Constelación Literaria

viernes, 23 de marzo de 2018

Autobiografía lectora y audiovisual



Cuéntame un cuento (a lo que años más tarde le añadiría y verás que contento) ese libro azul que escondía mil y una historia y que mi padre me leía antes de dormir. Además, el libro venía con un cassette para escuchar los cuentos. Puedo afirmar que este fue mi inicio en la lectura aunque más que lectora era oyente.

En esa época siempre soñaba con perder un zapato o con coser en una rueca (mi madre tenía en casa una máquina de coser a la que me gustaba darle al pedal). Pero mi mejor amigo fue Jack O’lantern, esa historia de una calabaza que pasó de espantapájaros a una de las fiestas más populares entre los anglosajones. Todas estas películas son las que veía los domingos mientras mi madre me secaba el pelo o merendaba.

Cuando aprendí a leer, El ogro de Cornualles escribía en el Cuaderno de hojas blancas que teníamos en la escuela. El largo verano me llevo a conocer a Eugenia Mestre, probablemente, el libro que más recuerde de toda mi infancia. Pero Geny también me acompaño en Navidad ya que regreso al pueblo con Goyo para visitar a su abuela.

Fui creciendo, y cambié a Geny por Dana, la Archimaga de la torre que venció al Maestro. Esa fue mi primera clase de magia pero no la última. Libba Bray consiguió que Gema Doyle y sus amigas fueran mis compañeras durante largas horas en la Academia Spencer. Todo este tipo de libros y Embrujadas me llevó al mundo de El Señor de los Anillos (los libros y mi hermana jaja), en esta ocasión, opté por las películas que sin duda me encantaron.



Un día, llegó a mis manos un libro en el que, a pesar del título Antes de morirme, esperé que la protagonista al final consiguiera superar la leucemia. A raíz de esta historia, mi visión sobre la vida cambió un poco y comencé a entender el Carpe diem del que se ha hablado durante siglos.

Después de este breve recorrido, puedo decir que la lectura ha sido y es «mi compañera del alma, compañera».

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